Café con Nata

Un nuevo personaje se une al grupo, obligando a Nata a enfrentarse con sus deseos.

No tuve problema en encontrarlos: estaban justo donde yo me habría puesto, en un rincón con un sillón semicircular que les daba intimidad. Nata estaba frente a mí, creo que más guapa que nunca que la había visto, con ese brillo que da estar bien follada. Sonreía, feliz, mientras hablaba.

La cara empezó a cambiarle de momento. Me había visto. Se calló y me miraba suplicando desaparecer. Ninguna de las dos lo hicimos. Me acerque, abracé por detrás a mi marido, dándole un piquito y me senté junto a ella,...

Mamada de Año Nuevo

Empezando un nuevo año y una nueva vida con una mamada.

Exactamente igual que las tonterías de las películas: acabar todas las borracheras diciendo que si el año que cumplíamos los cuarenta no teníamos pareja nos iríamos a vivir juntos y estrenar el año en nuestro nuevo piso de alquiler.

Me desperté fatal. Resaca, la boca pastosa… una sensación peor cada año. Cuando pude abrir los ojos, la luz que se filtraba por una persiana mal cerrada dejaba ver un cuarto que no era el mío. Perdón. Ahora sí que era el mío. Año nuevo, vida nueva.

Hice rápido balanc...

En casa de Nata

Después de pasarlo bien en el coche, la historia continúa en casa de Nata.

Nos morreamos en el ascensor como dos adolescentes. No tenía ni tiempo de respirar, agotada por la cascada de orgasmos y el poco espacio para respirar, entre la mamada (¡La mamada de mi vida! ¡Nunca me había comido una polla así!) y los morreos. Cuando nos separábamos notaba el semen pegajoso que unía nuestras pieles, y entonces me volvía a dar un tirón y me pegaba a él, repasándose el pecho con mis tetas. Me sentía guarra, sucia, caliente. Notaba cómo su lengua me entraba hasta lo más hondo y no podía deja...

En el coche con Nata

Una avería casual me permite acercar a una conocida a su casa y a mi. Revisado y corregido sobre la primera versión.

Fue rápido: encontrarla al borde de la carretera, subiendo el coche a la grúa, hacerle el favor de acercar a dejar los niños a casa de los suegros y ofrecerme a dejarla en algún sitio en la ciudad, que me venía de paso.

Rubia, estrenando tetas justo después del divorcio, con el recuerdo de sus pezones endureciéndose cuando mi mujer le contaba que éramos una pareja abierta, Nata estaba empezando a quererse un poquito y necesitaba sentirse reforzada.

  • Bueno... tendré que pagarte el favor.

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