Ejercicios espirituales

Al fondo descubro el visillo entreabierto de una cortina. Afilo la mirada sobre la imperceptible abertura del velo que cubre la ventana y sonrío al entender que se trata del gabinete de Sor Mariam, que me espera impaciente.

La tierra preñada crepita herida en el interior del patio cuando la profusa vegetación que crece en él hunde las raíces en sus entrañas, arrancando de ella los minerales que sus células trasforman en savia para sus hojas verdes. La luz cristalina de la mañana queda tamizada al incidir los finos rayos de sol sobre el rocío del crepúsculo, descomponiendo la luz en un arco iris multicolor. El amplio corredor es un caleidoscopio iluminado con un velo centelleante en sus paredes y un mar espejado y policro...

Yo estuve en el infierno

Homo sum, humani nihil a me alienum puto: ‘Soy humano, nada de lo humano me es ajeno’.

Todo había empezad en el vientre de mi madre o mejor aún en el origen del universo, pero para lo que nos ocupa digamos que empezó una noche en el “night cub” de la playa. Yo bebía, como de costumbre “gin-tonic” y después de unos cuantos ya me atrevía con la sincopada música local bailando  desinhibida el baile del pollo en medio de la pista y mezclándome con todos, aceptando divertida los retos de bailar encerrada en un circulo humano jaleada por palmas y risas. La noche avanzaba con desenfreno a ritm...

Siempre hay una primera vez (2)

Mi esencia de mujer quedó enriquecida y en mi corazón grabe con el fuego de mi deseo la lujuria de su piel.

Era por los meses de verano tal vez agosto cuando por circunstancias del trabajo que no vienen al caso me encontré de pronto en un país completamente desconocido para mí y lejos de cualquier persona o cosa a la que me vinculase algo. Mis únicas armas eran el gran anhelo que había en mi por explorar y adentrarme en lo desconocido y un francés mediocre.

Mi hotel era, es, un hotel de media montaña, 800 m sobre el nivel del mar, situado en las últimas estribaciones del Atlas, un lugar magnifico con...

Siempre hay una primera vez

Entonces noté como apoyaba su cliente miembro entre mis trémulas nalgas, mientras, mi corazón latía con fuerza en mis sienes, en mi sexo, en mi ano.

Ha pasado tanto tiempo, esa es al menos mi percepción, desde la primera vez que, vagamente recuerdo como sucedió, tenía yo 16 años y mi pareja otros tantos, los dos inexpertos y tan nerviosos que a duras penas pudimos completar el acto de forma ortodoxa y terminamos muertos de risa, divertidos de nuestra joven ignorancia.

Fue un estío tan fogoso que nos resultó difícil dominar aquel potro salvaje que era nuestro deseo y que un verano de práctica nos enseño a sujetar, el sofoco que experimentaban...