Ejercicios espirituales
Al fondo descubro el visillo entreabierto de una cortina. Afilo la mirada sobre la imperceptible abertura del velo que cubre la ventana y sonrío al entender que se trata del gabinete de Sor Mariam, que me espera impaciente.
La tierra preñada crepita herida en el interior del patio cuando la profusa vegetación que crece en él hunde las raíces en sus entrañas, arrancando de ella los minerales que sus células trasforman en savia para sus hojas verdes. La luz cristalina de la mañana queda tamizada al incidir los finos rayos de sol sobre el rocío del crepúsculo, descomponiendo la luz en un arco iris multicolor. El amplio corredor es un caleidoscopio iluminado con un velo centelleante en sus paredes y un mar espejado y policro...